domingo, 30 de noviembre de 2008
All Night Sindor
Es una noche de esas nostálgicas, que una piensa que podría estar aprovechando descansando bajo los brazos de algún que otro bien afortunado, que no esta obviamente por la acciones que cometemos.
De repente aparece en tu mente la vocecita de ese colega que no te conoce ni medio diciendo “vos estas sola porque queres!”. Obvio que ni me acuerdo quien te lo dijo, pero aparece esa frase en la cabeza.
A su vez estoy harta, agotada, y sin mas ganas de nada, mas que de escribir, dibujar lo que se me canta, dormir y juntarme con buenos amigos. Claro, mi cerebro necesita vacaciones de facultad. BASTA! Grito, pido piedad! Necesito escaparme de aca muy lejos de esta ciudad que veo todos los días, si esta hermosa, cada dia mas… pero quiero desenchufarme. Poder un día salir bien arreglada, tener tiempo para estar horas bañándome, poder tirarme en la cama y ver tres películas seguidas, pasar días enteros con mis amigos, pasear hasta deshidratarme y bailar hasta que me sangren los pies (bueno en eso ultimo no me prive tanto!).
Quiero tener tiempo para encontrar alguien que quiera gastar su tiempo conmigo. Quiero enumerar las cosas que quiero. Y quiero hacerlo.
Esta rutina… mas alla que mi vida nunca fue muy rutinaria… pero un poco si (lo suficiente como para cursar), me esta consumiendo. A cada hora de tal día se que tengo que estar en tal lado haciendo tal cosa, después ir para otro lugar a hacer oootra cosa.. BASTAA!
Alguien por favor agárreme de la mano y lléveme muy lejos de acá a disfrutar de… al menos… ver amanecer…
Necesito escaparme, cada día un poco más…
jueves, 27 de noviembre de 2008
Pequeñas cosas
Empiezo a buscar ropa en el ropero, en esa pieza tan desordenada. Vidrios en el piso, ropa sucia por demás, discos, y un gato blanco y negro ronroneando estirándose y volviendo a dormir sobre aquel fresco suelo.
Encuentro una remera,
- No esta no, demasiado escote, - encuentro otra -… no esta no poco escote, ambas las tiro a la cama, busco una pollera esta se trasluce… mmm esta no, mejor un pantalón que marque bien. Si.. ese negro, no esta aca! Uhh donde lo habré metido! Pero es poco color, tal vez pensará que no estoy alegre, mejor la verde.. ¿Donde esta la remera verde? .. ah pero esa no es para los días de mucho calor.. mmm… Ya fue..
Busco en una silla llena de frazadas, buzos, camperotas, pantalones, un pantalón de vestir negro…ese me ajusta bien. La remera esta decidida, la nueva que esta abajo.
- AHHHH!! No se le salio la mancha de Fernet!!!
La había manchado la vez pasada en lo de Dany y Andy. Desisto de esa vestimenta, mejor la que me regalaron las chicas. Busco las sandalias y algo para ponerme en el cuello… tal vez lo vea y pregunte de dónde lo saque.
Me miro al espejo, y me peino, me pregunto si mejor me pinto los labios de rojo, o mejor no. Tal vez al natural le guste más, pero arreglarme un poco nunca esta mal. Busco el perfume para las ocasiones especiales ese con gusto a anís.
Pongo la mano sobre la perilla de la puerta, y justo antes de abrir me pregunto… ¿Cuántas veces más podré arreglarme para él? Ojala que sea para siempre.
Y una brisa jugó con sus cabellos mientras caminaba cantando hasta la parada del colectivo.
sábado, 8 de noviembre de 2008
La Doncella de las Mangas Amarillas
Estaba todo oscuro, todo frío. No veía nada. Estaba sentada y ni sabía dónde estaba. De repente, en forma de sonido, unos pasos se dibujaron en la penumbra, sabía que la veía aunque ella no podía ver. Se mantenía callada…estaba amarrada, amarraron sus pies, sus manos, su boca, sus ojos.
Alguien respiraba cerca suyo, lentamente.
- ¿Por que estoy aquí? – le preguntó repentinamente la Doncella.
- Aún no lo se – recibió como respuesta – Tu eres ella, verdad?
- Soy quien soy.
- Se nota, yo soy quien te guardará en esta oscuridad, soy tu guardián…
- Nadie ha de guardarme, yo puedo sola.
- Pues yo tomaré ese trabajo sin esperar remuneración de tu parte.
- Mejor así, no la esperes… nunca llegará, yo no te necesito.
- Eso es lo que tú crees, pero tu vida ha dado un giro, ya nada es lo mismo y no eres fuerte aún para afrontarlo, mejor si estás aquí – dijo el guardián.
De repente se oyó como el hierro chocaba entre sí al cerrarse la puerta, al cerrar la jaula.
- Tu eres quien me atrapó, verdad?¿Por qué no me dejaste morir?
- No quería que volaras antes de tiempo pequeña cotorra, mejor enjaularte – y golpeó a la vez un barrote cuando luego sus pasos se alejaron.
Pasaron largas noches hasta que volvió a oír algo que dispersara su sombra, su soledad. Nuevamente pasos se dibujan en la penumbra, los mismos pasos… decididos y firmes, Nuevamente el sonido surgía de la oscuridad… la misma voz en la misma oscuridad.
- Yo te recuerdo – dijo la voz suave del guardián… suave y a la vez severa – de ti se decían cosas hermosas y… sinceramente… mjum – se le trababa la voz al intentar hablar, pero intentaba disimularlo como si se atragantara sin quererlo - …soñaba contigo cada noche. Pensaba que reías con luz propia, vestías hermosas prendas que a comparación de tu piel eran harapos… yo creía que eras una Doncella… - poco a poco iba soltándose al hablar, como si ella no estuviera allí, sino alguien que lo conocía de toda su vida – y me había enamorado de tu imagen…intentaba saber todo sobre ti… - y con un dejo de suspiro repitió - … yo creía que eras una Doncella…
- ¿Y aún lo crees? – preguntó repentinamente ella, que al fin levantaba su mirada… luego de haberse mantenido todo el tiempo como si no estuviera en aquel lugar, en aquel momento… y en aquel instante sus ojos brillaron como no lo habían hecho hace años con el reflejo de luna que provenía de la ventana con barrotes.
- Aún lo creo, pues queda una luz de esperanza…
- ¿Dónde la vez? – preguntó intrigada…
- Ahora mismo,… en tus ojos – miró las rendijas de aquella pequeña ventana y observó que la noche vivía aquel día sin luna y que el reflejo no era reflejo, sino luz, luz de los ojos de la joven niña… y volteó y comenzó a patrullar alrededor de la celda, silenciosamente… como cada noche lo hacía…
- Si ser bruja es ser Doncella, entonces lo eres… pero por eso no mereces la muerte…
- ¿No me temes?
- Sí, te temo… pero no más que a mí mismo. Mi madre fue acecinada por bruja, por hechicera… y lo era también, pero sólo intentaba ayudarme… y en realidad tú no deberías saber esto.
Al oír estas últimas palabras se divisó una pequeña luz de esperanza en la joven Doncella, una luz reflejada en la oscuridad de sus ojos, los cuales cerró para adentrarse en sí misma y desmenuzar y analizar hasta en su mínima expresión aquella pequeña esperanza.
Pasaron muchos días y no abrió sus ojos.
Su carcelero, su guardián se quedó contemplándola durante algunas horas, en sus ratos libres.
- Maror – lo llamó la Doncella…
El guardián estupefacto contemplo a la muchacha que aún no mostraba sus ojos, mientras repetía para si mismo aquella palabra que acababa de escuchar. Hacía tiempo que no la oía, desde aquel día en que eliminaron a la última maldición, a la última bruja del pueblo.
La Doncella, la joven bruja, sin abrir los ojos, modificó su pensar, y en la mente de Maror pudo reinar por unos pocos minutos, los suficientes para ser libre.
- Ábreme la puerta, Maror, déjame salir – pronunció la Doncella.
- Pero afuera está el peligro… afuera te espera tu caída, afuera perecerás…quédate aquí y vivirás. – dijo Maror.
- Viviré hasta que perezca entre esta oscuridad, entre estas grises paredes – y con una voz potente, entre grave y poderosa reclamó – Abre la puerta Maror, hijo de La Hechicera.
Maror automáticamente luego de estas palabras sacó las llaves y abrió la puerta. No estaba en sí, estaba siendo dominado.
En cuanto la Doncella de las Mangas Amarillas atravesó el umbral de la puerta, luego de dar un pesado paso, se perdió en la oscuridad de aquellas mazmorras, para no regresar a ellas.
Al salir sin ser vista, a la luz de la luna, al continuar con los ojos cerrados pronunció el conjuro para romper el que había utilizado para pasar desapercibida:
- Si yo no veo, ellos no ven, si yo veo – y al decir esto abrió sus ojos y miró a la radiante luna llena de aquella noche, y con un suspiro… termino la frase – ellos me ven.
Y se alejó a paso rápido, pero seguro, a paso cuidadoso, para ser casi imperceptible en aquel oscuro lugar.
Se dirigió al bosque, a aquel Gran Bosque, donde tiempo atrás, había sido feliz.
La Doncella de las Mangas Amarillas
Capítulo 6
Se vengaba,
se quebraba,
se desligaba…
La muchacha ya no era ella, su ternura se desvaneció en la penumbra. La niña creció y murió, la mujer la consumió. Sus ojos ya no brillaban sino que todo lo aplacaban. Su risa ya no era un cantar sino reflejo de tinieblas. No quería a nadie, no confiaba en nadie ni siquiera en ella. Su refugio era su piel, sus cabellos eran su velo.
La acusaban de bruja, pues todo de ella daba ese frío, ese temor, La acusaron de traer mala suerte con su venida, la acusaron por sus heridas, la matarían por su locura, por su belleza y su soledad.
El Rey, viejo y desganado, estaba en poder de la corte que manejaba todo a su antojo, y así juzgaron a la muchacha, decretaron su muerte.
El día estipulado llegó, nuevamente los gritos, nuevamente el dolor; había quienes estaban a favor, había quienes no, pues todo ello significaba más que su muerte, más que una guillotinada, más que un segundo.
Ella entro en la escena, el pueblo entero la contemplo y parte de él la repudió acusándola de hechicera, acusándola, señalándola, apuntándola. En ese momento ella, sólo ella, miró a los cielos, que después de tanto tiempo volvía a contemplar en su inmensidad.
Alguien saltó a la tarima, alguien que no se podía definir, pues todo cubierto estaba; saltó hacia ella sacándosela de las manos al verdugo, en ese mismo instante, muchos como él salieron de la multitud.
La gente se dispersó y sólo ellos, los encapuchados, se enfrentaron al poder de la corte con espadas resplandecientes.
El hombre que había tomado a la Doncella desvalida se la llevó sobre un corcel, mientras ella resignada a no hacer nada comprendió que allí, sólo allí, era un objeto más en un tablero de ajedrez.
La Doncella de las Mangas Amarillas
Capítulo 5 Noches en poemas… la luna da luz, la noche abrigo
La locura la abrazó aquellos días y le habló por las noches; para evitar que huyera o que en su pérdida de juicio se hiciera daño a ella o a alguien, prejuzgándola, y no solo por su terrible enfado al ser capturada, si no por cuestiones políticas y económicas…los nobles, a espaldas del Rey querían eliminarla, como así también su descendencia.
Encerrada quedó en un cuarto digno de ella, encerrada para que no salga, para que no entraran. Su única compañía era el sol que entraba cada día como un amigo que cumple con su eterna promesa.
Aborreció tanto su soledad, que aborreció ese lugar, odio a todos los hombres que veía y hasta llegó a hacer lo que nunca hubiera hecho, reprocharle a Arren su pronta partida… haberla dejado así, sin nada, completamente sola con su soledad…
En ese tiempo, los cuales fueron 633 días contados, con los dedos, con las manos, 663 noches en las cuales siempre pensó en él y llegó a aumentar el poder de su mente, el poder que tenía por amor a él solo. Todos y todo se centraba en Arren.
Esas noches escribió sobre sus sueños, sobre su ser, sobre ella y sobre Arren.
La primera noche fue un mar de llanto, las posteriores se resumen en los siguientes escritos en los cuales se reflejan como en un espejo de agua…aquellas noches.
Noche n° 36 “El encierro”
No te vallas sin mi
donde no pueda verte
donde no pueda amarte
donde no pueda mirarte
donde no pueda abrazarte
donde no pueda extrañarte
donde no pueda llorarte
donde no pueda soñarte
Pues si te vas,
yo me voy,
se va mi voz,
se va mi amor,
se va mi ser,
se van mis letras,
se van mis sueños,
se va mi vida,
se va mi muerte,
se van mis ganas de verte
Perdón por todo lo que dije,
perdón por todo lo que no dije,
perdón por romper mis juramentos
pero nunca pude negar, ni obligar,
ni someter, ni atormentar,
ni siquiera encarcelar
a todo en lo que creo…
Nunca podré negar a mi Dios,
nunca pude someter a mi amor,
nunca pude atormentar a mi corazón,
nunca pude encarcelar a mi ángel,
nunca pude negar que te amo.
Si te corrí y no te alcancé
no corras a un lugar
donde no pueda verte,
donde no pueda seguirte.
No me obligues a olvidarte,
no me obligues a negarte,
no me obligues a separarme de mi sentir.
Ahora juro, ahora declaro
ahora te digo,
que estas en mi vida,
sos parte de ella
de sus sueños y sus deseos
déjame ser parte de la tuya
y no te desvanezcas en las aguas,
quédate aquí
quédate… por mi.
Noche n° 260
El aire no respira,
la oscuridad me ilumina,
no sé si fuiste realidad,
no sé si fuiste un sueño,
no sé si fuiste o viniste,
o quizás fui yo quien te encontró…
en la vida o en la fantasía,
pero mi realidad fue sueño,
y mi sueño realidad.
Noche n° 413
La frialidad de su alma
se extiende por toda la habitación,
A oscuras siento el baño de luz
que me cede la luna.
Noche n° 577
Mi alma es como un papel
papel que flota,
rueda y bota.
Noche n° 663, última noche.
Antes de nada, era lo que esperaba…
nada de él le quedaba, ni siquiera su mirada…
y otra vez en espera de su dulce llegada
a su regreso se resguardaba;
tanto lo deseó que así ocurrió
pero ella ya no estaba…
Se ahogaba en el aire
se calmaba en el aura…
su moribundo destino
no la dejaba creer.
No creía en su pérdida de juicio
pues alguna vez
había oído de su boca
palabras que la volvieron loca
que el maldito viento
como testigo,
se las llevó…
sin dejar pruebas a su favor.
Nunca lo hubiera sabido
pues siempre fue su deseo
jamás cumplido.
Se dejaba llevar por el viento
se dejó su alma,
se dejó su cuerpo,
se quedó con su espíritu
y se lo llevó el viento.
Quería ser su sombra,
quería ser su luz,
quería ser franca,
pero no le dieron la oportunidad de confesar,
todo lo dificultoso que habían sido
esos interminables días
esas 663 noches desveladas,
esas 663 tardes sin sentido,
esos 663 días en las nubes…
Cada día amanecía sin sol
cada noche se llevaba la luna,
la luna, luna lunera,
fiel compañera,
ya que ella también espera,
nada mejor que las dos que aguardan a tiempo…
a que llegue su tiempo.
Descansó… y despertó en una estrella
sintió su sangre correr por ella
su lágrima rodaba el color de su mejilla
a su vera quería estar,
a su vera quedaría
desde esa estrella lo cuida…
a veces él voltea y ve su resplandeciente luz
a veces ella voltea y ve a su estrella…
Lloraba, lloró cada noche
cada una de las 663 noches
se llevó parte de su ser
se llevó su alegría,
se llevó su vida,
se llevó su poesía,
se llevó su niñez,
se llevó su paz…
le dejó una guerra en mente,
le dejó llorando nuevamente,
le dejó esperando la muerte.
Y sin esperanzas transcribe,
los últimos despojos de su amor
con su aroma a rosas
jura injurias y jura designios
transcribe ruinas,
transcribe glorias,
transcribe y escribe lo que quedó.
Vinieron a buscarla, sus heridas habían sanado, pero en sus ojos se resguardaba una gran ira, que daba temor. Abriendo las puertas de par en par, le exigieron que diga cosas, que responda preguntas que no entendía, todo lo relativo al poder que obtuvo por medio de su sangre…que volvía a correr en ese momento por el sucio suelo, la torturaron y culparon de sus heridas a su locura, locura de querer ahora más a su soledad, más a sus silencios.
Sobre el dolor corporal, sobre todas las torturas que recibió sólo se encontró el siguiente extracto de un cantar de época:
“Gritos atronadores,
los gritos encerrados
entre paredes,
al abrir la puerta salen a relucir,
aunque la voz con los años se ha apagado
los gritos clama aún…
ya todo les había dicho,
y ahora su placer
se refugiaba en su dolor.”