sábado, 8 de noviembre de 2008

La Doncella de las Mangas Amarillas

Capítulo 7

Estaba todo oscuro, todo frío. No veía nada. Estaba sentada y ni sabía dónde estaba. De repente, en forma de sonido, unos pasos se dibujaron en la penumbra, sabía que la veía aunque ella no podía ver. Se mantenía callada…estaba amarrada, amarraron sus pies, sus manos, su boca, sus ojos.

Alguien respiraba cerca suyo, lentamente.

- ¿Por que estoy aquí? – le preguntó repentinamente la Doncella.

- Aún no lo se – recibió como respuesta – Tu eres ella, verdad?

- Soy quien soy.

- Se nota, yo soy quien te guardará en esta oscuridad, soy tu guardián…

- Nadie ha de guardarme, yo puedo sola.

- Pues yo tomaré ese trabajo sin esperar remuneración de tu parte.

- Mejor así, no la esperes… nunca llegará, yo no te necesito.

- Eso es lo que tú crees, pero tu vida ha dado un giro, ya nada es lo mismo y no eres fuerte aún para afrontarlo, mejor si estás aquí – dijo el guardián.

De repente se oyó como el hierro chocaba entre sí al cerrarse la puerta, al cerrar la jaula.

- Tu eres quien me atrapó, verdad?¿Por qué no me dejaste morir?

- No quería que volaras antes de tiempo pequeña cotorra, mejor enjaularte – y golpeó a la vez un barrote cuando luego sus pasos se alejaron.

Pasaron largas noches hasta que volvió a oír algo que dispersara su sombra, su soledad. Nuevamente pasos se dibujan en la penumbra, los mismos pasos… decididos y firmes, Nuevamente el sonido surgía de la oscuridad… la misma voz en la misma oscuridad.

- Yo te recuerdo – dijo la voz suave del guardián… suave y a la vez severa – de ti se decían cosas hermosas y… sinceramente… mjum – se le trababa la voz al intentar hablar, pero intentaba disimularlo como si se atragantara sin quererlo - …soñaba contigo cada noche. Pensaba que reías con luz propia, vestías hermosas prendas que a comparación de tu piel eran harapos… yo creía que eras una Doncella… - poco a poco iba soltándose al hablar, como si ella no estuviera allí, sino alguien que lo conocía de toda su vida – y me había enamorado de tu imagen…intentaba saber todo sobre ti… - y con un dejo de suspiro repitió - … yo creía que eras una Doncella…

- ¿Y aún lo crees? – preguntó repentinamente ella, que al fin levantaba su mirada… luego de haberse mantenido todo el tiempo como si no estuviera en aquel lugar, en aquel momento… y en aquel instante sus ojos brillaron como no lo habían hecho hace años con el reflejo de luna que provenía de la ventana con barrotes.

- Aún lo creo, pues queda una luz de esperanza…

- ¿Dónde la vez? – preguntó intrigada…

- Ahora mismo,… en tus ojos – miró las rendijas de aquella pequeña ventana y observó que la noche vivía aquel día sin luna y que el reflejo no era reflejo, sino luz, luz de los ojos de la joven niña… y volteó y comenzó a patrullar alrededor de la celda, silenciosamente… como cada noche lo hacía…

- Si ser bruja es ser Doncella, entonces lo eres… pero por eso no mereces la muerte…

- ¿No me temes?

- Sí, te temo… pero no más que a mí mismo. Mi madre fue acecinada por bruja, por hechicera… y lo era también, pero sólo intentaba ayudarme… y en realidad tú no deberías saber esto.

Al oír estas últimas palabras se divisó una pequeña luz de esperanza en la joven Doncella, una luz reflejada en la oscuridad de sus ojos, los cuales cerró para adentrarse en sí misma y desmenuzar y analizar hasta en su mínima expresión aquella pequeña esperanza.

Pasaron muchos días y no abrió sus ojos.

Su carcelero, su guardián se quedó contemplándola durante algunas horas, en sus ratos libres.

- Maror – lo llamó la Doncella…

El guardián estupefacto contemplo a la muchacha que aún no mostraba sus ojos, mientras repetía para si mismo aquella palabra que acababa de escuchar. Hacía tiempo que no la oía, desde aquel día en que eliminaron a la última maldición, a la última bruja del pueblo.

La Doncella, la joven bruja, sin abrir los ojos, modificó su pensar, y en la mente de Maror pudo reinar por unos pocos minutos, los suficientes para ser libre.

- Ábreme la puerta, Maror, déjame salir – pronunció la Doncella.

- Pero afuera está el peligro… afuera te espera tu caída, afuera perecerás…quédate aquí y vivirás. – dijo Maror.

- Viviré hasta que perezca entre esta oscuridad, entre estas grises paredes – y con una voz potente, entre grave y poderosa reclamó – Abre la puerta Maror, hijo de La Hechicera.

Maror automáticamente luego de estas palabras sacó las llaves y abrió la puerta. No estaba en sí, estaba siendo dominado.

En cuanto la Doncella de las Mangas Amarillas atravesó el umbral de la puerta, luego de dar un pesado paso, se perdió en la oscuridad de aquellas mazmorras, para no regresar a ellas.

Al salir sin ser vista, a la luz de la luna, al continuar con los ojos cerrados pronunció el conjuro para romper el que había utilizado para pasar desapercibida:

- Si yo no veo, ellos no ven, si yo veo – y al decir esto abrió sus ojos y miró a la radiante luna llena de aquella noche, y con un suspiro… termino la frase – ellos me ven.

Y se alejó a paso rápido, pero seguro, a paso cuidadoso, para ser casi imperceptible en aquel oscuro lugar.

Se dirigió al bosque, a aquel Gran Bosque, donde tiempo atrás, había sido feliz.


1 comentario:

Anónimo dijo...

De veras,

Es increible,
Me gusta muchisimo la forma de escribir, de expresar, la forma con la que das vida a las letras.

Mis felicitaciones ^^



By: Un pequeño Poeta enamorado de los textos de este Blog.

Albert^^

(Otro dia que tenga más tiempo comentare que me parece y lo que yo he entendido, si te parece bien, claro)