jueves, 18 de septiembre de 2008

La Doncella de las Mangas Amarillas

Capítulo 4

Se quedó con Arren largos años en la casa de su hermana, la Tierra, en el bosque. Tanto tiempo pasó quizás cinco años que nadie la recordaba excepto su padre que con su vejez parecía delirar y se la tomó como una leyenda. Nadie la recordaba pues no era conocida y era de perfil bajo. El Rey al ver su pronta muerte la recordó y otorgó recompensa para quien la llevara con vida a sus pies.

La niña se convirtió en joven y creció junto con Arren.
Cada día ella jugueteaba en el bosque y la Tierra le enseñaba su sabiduría, Arren en esos momentos desaparecía iba al pueblo como un muchacho y regresaba con noticias del reino y con lo que precisaban para su vida (víveres, prendas, y otras tantas cosas), elementos que los obtenía a cambio de plata, plata que obtenía del río.
Habían construido con sus manos una casa en la cual vivían, una pequeña cabaña.
Arren ahora era un joven grande y fuerte, y la niña con sus años era más hermosa, tal como el buen vino.

Arren regresaba del pueblo con un rostro triste y pálido mientras la muchacha lo esperaba en la puerta de la casa perdida en medio de las profundidades del bosque.
Llegó antes del anochecer y le dijo:
- Ahora te buscan y ofrecen recompensa, te quitarán de mi lado, y me quitarán de su camino.
- No, no digas más, yo elijo quedarme contigo –y lo estrechó entre sus brazos.

Al día siguiente encontró a un joven arquero merodeando por el bosque en la espesura, pero, por suerte y gracia de Dios se despistó del camino y fue hacia otro lugar.

Arren estaba llegando proveniente del río, a la luz del aura, con sus cabellos blancos flameando en el viento, y sus alas de hueso a cuestas. La joven salió corriendo a su encuentro… lo aferró fuertemente a su pecho.

-Arren hoy los vi, están buscándome, temo por tu vida… a mi no me matarán, pero, ¿A ti? No quiero dejarte –al terminar aquella frase, apoyó suavemente la cabeza sobre su pecho.
-Calma –dijo Arren- tengo algo que decirte…-y tomó su dulce rostro entre sus manos – Siempre estaré contigo, te he de decir el gran secreto que guardaba la Tierra… somos un todo, y debes aceptar ser quien eres.
La muchacha intentó decir algo, pero Arren la besó de improviso, jamás la había besado y le entrego parte de su alma en aquel beso.

En la noche siguiente a aquel día, Arren fue nuevamente al río por su transformación que sufría cada día y la joven lo siguió en secreto.
Los caza recompensa buscaban en aquella noche a la Doncella y ante los quejidos de Arren fueron atraídos al río.

Un arquero saltó a la escena justo al final de la sufrida transformación de Arren, tomándolo por un monstruo y amenazándolo con el arco.
La joven no resistió esto y saltó delante de Arren dejando atrás su escondite, y con mirada amenazante dijo que dejara su arma.
El arquero tendió el arco y temeroso Arren se interpuso delante de la Doncella y el arquero disparó su flecha.

Arren con un gran gesto de dolor salvó la vida de la joven y la flecha lo atravesó dejando correr sangre plateada de su ser, y pese a ello, aún continuaba en pie, con mirada amenazante. Otro caza recompensa desde otro punto intentó tomar a la joven y raptarla, pero ella se aferró como siempre lo hacía a Arren, y la flecha que lo atravesaba, la atravesó a ella también como así también se incrustaron en su delicado cuerpo, atravesándolo, las alas de Arren… y se mezcló su sangre roja con la plata.

Arren cayó junto con la muchacha al río, pues sus fuerzas dijeron “basta”, y se esfumó en el. La joven, sorprendida de aquel hecho tuvo un ataque de nervios, mientras su sangre seguía corriendo y su fuerza se iba yendo.
Los caza recompensa, llegado un momento, consideraron que estaba muy débil como para causarles daño y se la llevaron de aquel lugar…
La muchacha gritaba de dolor y sufrimiento, hasta que por la pérdida irreparable de Arren, y el dolor que sentía su cuerpo, se desvanecía y se desmayó en el trayecto.

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